De regreso a Kanazawa -después de no estar acá desde 2010, me encuentro una yo diferente. Osaka no me permitía conectar con este tipo de reflexiones. Esa cara de Japón – antes desconocida- hostil y burda, invitó pensamientos sobre formas de vivir, prioridades, maneras de relacionarse.
Volviendo, Kanazawa (más racista que otras regiones), me trae recuerdos de otros tiempos cuando caminé por Kenroku-en con alegría, con emoción por la belleza estética del lugar. Sigue siendo hermoso, más parece otro. El jardín es el mismo. Yo no.
Recordé el miedo constante que acompañaba incluso a la felicidad de esos días. Ese miedo que mi matrimonio se acabara. El miedo al fin de mi relación. Ese miedo que sabe, que anticipa.
Y de repente aparece la idea honesta, el pensamiento real, el convencimiento de querer volver a estar en pareja. La ilusión. La imaginación que me lleva a caminar de la mano de un amor. Me gritan mis miedos, más al menos ya no hay pereza.