En estos días de cuarentena he redescubierto el baile.
Bailar sola y en mundos imaginarios.
Se me había olvidado que era algo que disfrutaba tanto.
Cuando era chiquita lo hacía ante el espejo. Me inventaba fiestas, shows, coreografías. Pasaba horas dejando al cuerpo expresarse libremente.
La otra noche, después de hacer ejercicio, vi mi reflejo en la ventana y me dieron ganas de Salsa. Puse Aguanile de Marc Anthony a todo volumen y… ¡quién dijo miedo!
Empecé a echar paso como si no hubiera mañana.
Apareció un parejo guapísimo que me llevaba con una fluidez nunca vista.
Así fueron sonando más canciones y cuando caí en cuenta estaba empapada de sudor y me había pegado un fiestón.
Conecté así con el recuerdo de mis juegos de niña y con la alegría de la fiesta.
Bailar es ahora parte de mi rutina de cuarentena. Siento que me hace mucho bien, me trae dulzura, feminidad y sensualidad ¡Una dicha!