Usualmente recibo un masaje semanal. Todos los jueves una masajista a quien aprecio mucho viene a relajarme los músculos y tensiones principalmente generadas por todo el deporte que hago.
Una vez al mes intento, además, hacerme un masaje Ayurveda, más profundo, completo y especial con Noëlle. De éste siempre salgo bañada en aceite, oliendo a maticas, un poco sensible, con las emociones removidas y directo a dormir.
Estoy en Puerto Rico por casi 4 meses, viviendo en las montañas de Adjuntas, liderando un programa de Café que debo dejar andando -parte de la recuperación post Huracán María. Acá la opción del masajito no está a la mano. Corro más de 15km diarios y mis músculos resienten la falta de consentimiento.
Regreso a Bogotá por pocos días y Noëlle me sugiere llevar uno de sus maravillosos aceites y hacerme un auto-masaje todas las noches antes de dormir. Me explica que más allá de la tensión muscular, lo importante es trabajar en las coyunturas y los huesos de la cadera porque ahí se acumula mucha cosa.
Instagram: @noellebotanique
Cerrando el día en mi blanco cuartico rodeado de naturaleza y música de ranas e insectos, empiezo mi auto-masaje anticipando si acaso una leve relajación. Al cabo de un rato, masajeando mis muñecas y codos empiezo a sentir que salen emociones. Sale nostalgia. Siento tristeza. Se me aguan los ojos. Esto no lo esperaba. Es como si estuviera abriendo caminos para que salieran emociones que había guardado en un cajón. Esa primera noche, el auto-masaje me obligó a aceptar un aspecto de mi vida que tenía engavetado. Como no lo veía venir, no pude seguirle haciendo el ole. Fuerte, pero muy bonito. Aún en las siguientes noches continuaron saliendo gotitas de sentimientos relacionados con lo mismo, hasta que al parecer el flujo se agotó. Eso sí, dejando el mensaje claro de que a este tema debía ponerle atención.